AGROECOLOGÍA Y PASTORALISMO

El sistema agroalimentario en los últimos cien años ha sufrido grandes transformaciones. En el caso del Estado español hemos transitado de un sistema alimentario basado en los recursos locales y energías renovables, como la energía solar y la materia orgánica, a otro modelo dependiente de insumos externos, combustibles fósiles y minerales. Este cambio de modelo se dio, entre otros motivos, al estallido de la Revolución Verde (a partir de la segunda mitad del siglo XX), la cual expandió el uso de semillas y razas mejoradas, juntamente con pesticidas, fertilizantes sintéticos y piensos para la producción de alimentos. Así, se implantaba con fuerza el sistema agroalimentario industrial, el cual ha sido identificado como uno de los grandes causantes del cambio climático, siendo responsable de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico (GEI).

Uno de los grandes factores que ha sido señalado como especialmente dañino para el medio ambiente y la salud de las personas es la producción y consumo de carne. Aunque, cabe decir que este hecho ha causado confusión, ya que no todos los tipos de ganadería producen los mismos impactos.

Impactos socioambientales de la ganadería industrial

En nuestro territorio se ha extendido peligrosamente la ganadería industrial, que corresponde a un tipo de producción de carne en condiciones intensivas, es decir, muchos animales hacinados en macrogranjas que son alimentados a base de piensos que aseguran el rápido desarrollo del animal a bajo coste. Específicamente, en España predomina la producción de cerdo para exportación. Los impactos negativos de la producción de esta carne empiezan con la fabricación de los piensos, los cuales están compuestos, entre otros ingredientes, por soja importada de países como Brasil, Bolivia, Paraguay o Argentina, donde se deforestan zonas con una gran importancia medioambiental (tanto por su potencial de captura de carbono como por la biodiversidad que albergan) para poder implantar este monocultivo transgénico que requiere de grandes cantidades de agrotóxicos para desarrollarse. En el 2019 España importó 2,4 millones de toneladas de soja para la fabricación de piensos de El Cerrado, una importante sabana del Brasil que perdió 500.000 hectáreas entre 2011 y 2015. Pero, los impactos negativos de esta producción continúan con el engorde de los animales en el Estado español, donde cabe destacar la contaminación del agua que generan las heces del ganado porcino, llamadas purines, que al ser almacenadas o vertidas en grandes cantidades en los campos contaminan los acuíferos, lo cual está provocando que muchas fuentes de agua ya no sean potables. Éstos solo son algunos de los impactos ambientales que se desprenden de la producción de carne, la cual es la responsable del 14,5% de las emisiones de GEI.

Sin embargo, la problemática no acaba aquí, ya que esta producción tiene también grandes impactos sociales. En los territorios donde se sitúan los monocultivos de soja se reportan graves vulneraciones de derechos humanos hacia las poblaciones locales que acaban siendo perseguidas y desplazadas de sus territorios. Asimismo, la instalación de macrogranjas a lo largo y ancho del territorio español ha causado que, contrariamente a lo que afirman las empresas que regentan estos negocios, las personas que habitan las zonas rurales hayan visto mermada su calidad de vida, llegando a causar la pérdida de habitantes en estos pueblos en algunos casos. Esta situación presenta un especial impacto, ya que el desarrollo del sistema agroalimentario industrial ha ido acompañado de la despoblación de las zonas rurales de nuestro país y de la pérdida acusada de personas agricultoras y ganaderas, poniendo en riesgo nuestra soberanía alimentaria y el mantenimiento del paisaje y territorio. Aunque, a primera vista pueda parecer que la instalación de grandes infraestructuras en pequeños pueblos genera mayores oportunidades laborales para los y las habitantes, en la práctica no es así, ya que las grandes granjas están altamente tecnificadas y terminan empleando a muy pocas personas.

Por otro lado, el negocio de la ganadería industrial está dominado por muy pocas empresas, es decir, los beneficios económicos y el poder de decisión están concentrados en muy pocas manos. La producción y exportación de soja en el Estado español está liderada por solo dos empresas que, a su vez, son dos de las cuatro multinacionales que controlan el comercio de granos a nivel mundial. Respecto a la producción de piensos, cría y engorde de ganado también vemos como se han desplazado a las pequeñas empresas y explotaciones familiares para que actualmente el dominio esté en manos de grandes empresas, que en ningún caso responden por los impactos negativos que generan en el territorio donde se instala la producción intensiva de carne.

Por todos estos argumentos se hace patente la necesidad de apostar por otras alternativas que contribuyan realmente a la sostenibilidad ambiental y social. De esta manera, es indispensable distinguir la ganadería industrial de la ganadería agroecológica o pastoralismo.

La ganadería en la agroecología

La agroecología se ha posicionado internacionalmente como una ciencia, un conjunto de prácticas y un movimiento social que puede revertir los efectos devastadores del sistema agroalimentario industrial y proporcionar alimentos con justicia social y ambiental para todos y todas. Esta disciplina aboga por una producción de alimentos basada en los recursos locales del territorio, evitando el empleo de agrotóxicos y semillas de la industria. Las prácticas agrarias fomentan la biodiversidad de los agroecosistemas, para que los elementos que los componen establezcan sinergias entre ellos, logrando una buena protección frente a plagas y enfermedades, entre otras. Además, se recuperan y protegen los saberes tradicionales de las personas campesinas, revalorizando su aportación y tomándolos como referencia para superar los retos contemporáneos, en combinación con los conocimientos científicos actuales. La agroecología ha sido identificada por organismos como la propia FAO o el IPCC, como una estrategia que puede enfrentar los desafíos del cambio climático, ya que la gran diversidad de los cultivos, juntamente con el empleo de semillas y razas tradicionales han mostrado una gran capacidad de adaptación a los cambios. Por otro lado, la agroecología permite garantizar los derechos laborales y una vida digna para las personas productoras, así como para que las personas consumidoras recuperen la capacidad de acción y decisión en la cadena alimentaria.
De este modo, la ganadería en la agroecología es la que se desarrolla en base al pastoreo, es decir, los animales se alimentan a base de pasto u otros recursos naturales (arbustos, rastrojos, frutos, etc.) que encuentran en el medio y que no pueden ser aprovechados directamente para la alimentación humana. Tradicionalmente, el ganado se alimentaba principalmente de los recursos que no podían ser destinados a alimentar a las personas, como por ejemplo la hierba o los desperdicios domésticos, por lo que no había una competición directa entre ésta y la alimentación humana, la cual es una de las grandes problemáticas actuales en la ganadería industrial, ya que un tercio de la tierra cultivable se destina a la alimentación animal.
Así, en la ganadería extensiva o el pastoreo se recuperan en parte estas prácticas y se apuesta por una producción ganadera vinculada al territorio, con el límite de animales que marcan los recursos. El ganado pastoreando al aire libre ingiere los recursos disponibles y permite conservar el paisaje y prevenir incendios, ya que gestionan la biomasa forestal sin necesidad de maquinaria ni el empleo de energía extra. El mantenimiento y aprovechamiento de los pastos contribuye a la mitigación del cambio climático gracias a la captura de carbono en el suelo. Además, el pastoreo hace que los animales depositen las heces directamente sobre el suelo y éstas sean descompuestas por la fauna y los microorganismos, conservando y aumentado la vida y fertilidad del suelo. Se apuesta también por el uso de razas locales, adaptadas al territorio que son más resistentes a enfermedades y a condiciones extremas, algunas de las cuales se encuentran en peligro de desaparición. La ganadería extensiva familiar ha mostrado prevenir el despoblamiento rural, fijando población y generando economías locales y cadenas cortas de comercialización, donde los alimentos que generan presentan un perfil nutricional de alta calidad.
Pero, a pesar de los grandes beneficios que aporta la ganadería extensiva y el pastoralismo al territorio y a las comunidades locales, ésta sufre grandes amenazas, siendo una actividad poco reconocida y valorada. Es importante mantener los pastos comunales y las vías pecuarias, así como apoyar a los y las pequeñas productoras conociendo y comprando sus productos. En la situación de emergencia climática en la que nos encontramos, especialmente en el Norte Global, es indispensable que reduzcamos drásticamente nuestro consumo de productos de origen animal, pero que el consumo que hagamos sea responsable y apueste por carne, lácteos y huevos que sean de pastoreo y granjas familiares de nuestro territorio, retribuyendo de una manera justa el trabajo de las personas productoras, tanto por nuestra salud, como por la del planeta.

Referencias

Amigos de la Tierra (2022). La urgencia de una transición agroecológica en España.

Ecologistas en Acción (2020). Los rostros de la soja.

Ecologistas en Acción (2021). [Informe] Con la soja al cuello: piensos y ganadería industrial en España.

IPCC (2019). Informe especial. El cambio climático y la tierra.

Autora

Mar Calvet Nogués

Investigadora predoctoral en INGENIO [CSIC – UPV]

Miembro de la Cátedra en Agroecología y Sistemas Alimentarios de la UVic