Los costes ecológicos y la ética del cambio climático

Imagina que vas a un restaurante con tus amigos y pides muchos platos, como buen domingo que es. Luego pagas la cuenta y te vas a casa. Detente un momento y reflexiona sobre lo que has comido. Sin duda, le has dejado un beneficio al restaurante y, por tanto, has contribuido a la economía del municipio. Sin embargo, ¿has pensado en todo el esfuerzo en términos de producción e impacto medioambiental invertido en la elaboración de cada ingrediente y cada plato? Este es sólo uno de los muchos ejemplos: nuestras actividades cotidianas tienen consecuencias implícitas, cada vez más pronunciadas, hasta el extremo de que pueden afectar nuestra salud y la dinámica de la población y el planeta.

Vivimos un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Quizá por primera vez, podemos cambiar el planeta a escala global y, en consecuencia, hablamos del Antropoceno, o época humana, como una nueva era geológica¹. Esta capacidad de transformación a escala global también nos ha conducido a ser la causa fundamental de nuestros principales problemas, entre ellos el de hacer frente a los fenómenos naturales de la misma forma que en el pasado. Ya sea por acción o por omisión, somos la causa del cambio climático, del hambre y de la propagación de muchas enfermedades. Por ejemplo, según un estudio de la Facultad de Medicina de Harvard, en 2015 se produjeron 8 millones de muertes prematuras que podrían haberse evitado con intervenciones de salud pública². Pero esta mayor capacidad para generar problemas globales también va acompañada de un conocimiento sin precedentes de sus causas, consecuencias y soluciones. Pensemos en el caso del cambio climático. Su origen está en las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. Sus consecuencias son económicas y sociales. Y sabemos que la solución tiene que pasar por reducir esas emisiones y, en esta etapa, adoptar medidas de adaptación. Por tanto, hemos resuelto los principales problemas tecnológicos y económicos, convirtiendo el cambio climático en un problema político y social.

En este enfoque político y social, los costes del cambio climático representan un aspecto crucial para definir las medidas de mitigación (reducción de emisiones) y adaptación (reducción de los efectos del aumento de las temperaturas). Cada vez hay más estudios que analizan minuciosamente los datos para comprender cómo responden los diversos elementos de la economía a los cambios de los distintos componentes climáticos.

Es sabido que el aumento de la temperatura media y los picos de calor afectan la salud (incrementando la mortalidad3 y reduciendo la productividad de los cultivos4 y en el trabajo, por ejemplo, al aumentar las bajas por enfermedad y el absentismo5 o reducir las capacidades cognitivas6). Además, se ha estimado que las mejores condiciones económicas se dan a una temperatura media de unos 13 ºC (que corresponde a las regiones con las economías más fuertes, como EE.UU., Japón o la mayor parte de Europa), mientras que la productividad económica disminuye a temperaturas más altas7. Esto es preocupante, dado que los países más pobres se sitúan en zonas alrededor del ecuador con temperaturas que ya superan este óptimo. Estos países disponen de escasos recursos de adaptación (por ejemplo, el 99% de las pérdidas que se producirán en los países de renta baja no están aseguradas). De hecho, los costes del desigual impacto del cambio climático (migraciones, conflictos, etc.) pueden ser tan elevados como los efectos directos del propio cambio climático8.

Quizá sea menos conocido, aunque no sorprendente, que las condiciones climáticas también afectan a nuestro estado de ánimo9 (y, por tanto, a nuestra percepción del bienestar) y pueden desencadenar flujos migratorios y conflictos sociales10, aumentando incluso el número de violaciones y otros actos violentos11.

A escala global, si no cambiamos el patrón de emisiones, se calcula que la economía mundial se contraerá un 20% respecto de los niveles de temperatura actuales12.

Todo ello sin tener en cuenta los posibles efectos de fenómenos para los que no disponemos de observaciones históricas (por ejemplo, la subida del nivel del mar), aquellos aspectos que no se consideran en el PIB (como la biodiversidad o los conflictos migratorios), ni la posibilidad cada vez mayor de una ruptura de los umbrales del sistema climático de la Tierra, que daría lugar a fenómenos meteorológicos extremos aún más graves, como la destrucción de la biodiversidad o el colapso de los ecosistemas13.

Pero conocer los costes del cambio climático no basta para resolver el problema político y social, ya que también es necesario determinar los parámetros éticos, es decir, las preferencias temporales y la aversión a la desigualdad de la sociedad.

La cuestión es que el cambio climático es un problema ético. Cualquier solución exige tener en cuenta las desigualdades intra e intergeneracionales, ya que la distribución de sus efectos será desigual, tanto en lo temporal (con mayores costes para las generaciones futuras) como espacialmente (con peores consecuencias para las regiones más pobres y los grupos desfavorecidos).

Desde un punto de vista ético, tanto la fecha como el lugar de nacimiento son datos moralmente arbitrarios y, por tanto, no deberían conferir más o menos derechos a un nivel de vida superior. Esta perspectiva conduce a defender la sostenibilidad como criterio intergeneracional y la convergencia del bienestar de las distintas regiones como criterio intrageneracional. Pero, ¿cómo luchar simultáneamente contra el cambio climático, mantener el nivel de vida en los países desarrollados y reducir las desigualdades? Según nuestras estimaciones, es posible14. En efecto, podemos eliminar los riesgos inaceptables asociados a aumentos de temperatura superiores a 2 ⁰C y mantener unas expectativas aceptables de convergencia de los niveles de vida entre las regiones más ricas y las más pobres, disfrutando al mismo tiempo de un aumento del bienestar que garantice un mejor nivel de vida para las generaciones futuras. Pero estos objetivos requieren una cooperación global en materia de reducción de emisiones y moderación del crecimiento, sobre todo en los países ricos. Es importante subrayar que la moderación del crecimiento no implica una pérdida de calidad de vida.

Por otra parte, un crecimiento moderado puede ser políticamente viable en los países desarrollados con el apoyo de la mayoría de su población, siempre que dicho crecimiento se distribuya de forma más equitativa. En los últimos 25 años, el 44% del aumento de la renta se ha concentrado en el 5% más rico del mundo. Concretamente, en Estados Unidos, más de 2/3 del crecimiento ha ido a parar al 1% más acaudalado. Si el crecimiento se modera pero favorece a la mayoría de la población en detrimento del 1% más rico, las políticas de crecimiento sostenible contarán con el respaldo de la mayoría. Quizá lo que impide a los partidos más conservadores aceptar la realidad y la urgencia del cambio climático es precisamente esta relación entre los beneficios de los más ricos y las medidas necesarias para resolver los problemas relacionados con el cambio climático, que exigen una intervención pública.

Una consecuencia directa de este planteamiento ético es que el crecimiento económico y la distribución de los esfuerzos para mitigar los efectos del cambio climático (por ejemplo, mediante la asignación de derechos de emisión) están íntimamente relacionados. Resulta miope hablar de crecimiento sin reconocer sus consecuencias para el cambio climático, del mismo modo que no podemos hablar de medidas contra el cambio climático sin tener en cuenta su estrecha relación con el crecimiento económico y la distribución.

A la inversa, la lucha contra el cambio climático también puede ser una oportunidad para elevar los niveles de salud y reducir las desigualdades si aprovechamos las sinergias generadas por la mitigación de las emisiones. Por ejemplo, los combustibles fósiles son la principal fuente de gases de efecto invernadero, pero también los principales impulsores de la contaminación atmosférica, ya que son responsables del 85% de las partículas en suspensión y de casi toda la contaminación por óxido de nitrógeno y óxido de azufre. Los costes sociales relacionados con la contaminación atmosférica y la exposición al plomo se estiman en 4,2 billones de dólares anuales, es decir, el 5,6% de la producción económica mundial¹⁵. Por tanto, reducir el uso de combustibles fósiles mitigaría los efectos a medio y largo plazo del cambio climático y los impactos actuales de la contaminación. Además, la reducción de las emisiones también tendría efectos positivos sobre la desigualdad. Mientras que a escala internacional alrededor del 92% de las muertes relacionadas con la contaminación se producen en países de renta baja y media, a escala nacional estas muertes se concentran en las minorías y los grupos marginados.

NOTAS

¹ P.J. Crutzen y E. F. Stoermer. The ‘Anthropocene’. Global Change Newsletter. 41: 17–18. (2000).

² B.C. Alkire et al. The Economic Consequences Of Mortality Amenable To High-Quality Health Care In Low- And Middle-Income Countries. Health Affairs 37, 988–996. (2018).

ᵌ Y. Guo et al., Global variation in the effects of ambient temperature on mortality: A systematic evaluation. Epidemiology 25, 781–789 (2014). Ver también OMS y Lancet Report.

⁴ M. Burke et al., Global non-linear effect of temperature on economic production. Nature 527, 235–239 (2015).

⁵ J. Graff Zivin y M. Neidell, Temperature and the allocation of time: Implications for climate change. Journal of Labor Economics 32,1–26 (2014).

⁶ Joshua Graff Zivin et al., Temperature and Human Capital in the Short and Long Run. Journal of the Association of Environmental and Resource Economists 5,  77-105 (2018).

⁷ Idem. M. Burke et al. (2015).

⁸ F. Dennig et al. Inequality, climate impacts on the future poor, and carbon prices. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 112, 15827-15832 (2015)

⁹ Patrick Baylis, Temperature and Temperament: Evidence from Twitter. Working Paper. December (2019).

¹⁰ M. Hsiang et al., Civil conflicts are associated with the global climate. Nature 476, 438–441 (2011).

¹¹ M. Ranson, Crime, weather, and climate change. Journal of Environmental Economics and Management. 67, 274–302 (2014).

¹² T.A, Carleton and S.M. Hsiang, Social and economic impacts of climate. Science 353.(6304), aad9837–aad9837. (2016).

¹ᵌ R. DeFries et al. The missing economic risks in assessments of climate change impacts. Policy Insight. The Grantham Research Institute, The Earth Institute of Columbia University, and the Potsdam Institute for Climate Impact Research. September 2019.

¹⁴ H. Llavador et al. Sustainability for a Warming Planet. Harvard University Press. 2015.

¹⁵ P.J. Landrigran et al. The Lancet Commission on Pollution and Health. Lancet. (2017).

SOBRE EL AUTOR

Humberto Llavador es Profesor Titular de Economía en la Universitat Pompeu Fabra  (UPF), Profesor Afiliado de la Barcelona GSE e investigador del Barcelona IPGE. Llavador es Doctor en Economía por la Universidad de California-Davis y ha sido profesor visitante en la Universidad de Yale, el Grantham Research Institute (LSE), la Universidad de Corea y el INSEAD-Signapur. También ha sido becario del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.

Sus investigaciones se centran en la economía del cambio climático, la economía política y la economía del bienestar, con publicaciones en el Quarterly Journal of Economics y el American Economic Journal: Microeconomics, Theoretical Economics and Climatic Change, entre otros.

Ha impartido clases en la UPF, la Barcelona School of Economics (BSE), la Universidad de Yale, INSEAD-Singapur, la Universidad de Corea y la Universidad de California. En 2012 Llavador recibió el Premio Jaume Vicens-Vives a la calidad e innovación docente de la Generalitat de Cataluña y es colaborador del proyecto CORE-econ.

En 2015 publicó el libro Sustainability for a Warming Planet (Harvard University Press) junto con John E. Roemer y Joaquim Silvestre. El libro recibió el X Premio Sociedad Catalana de Economía en 2016 y ha sido reseñado en el Journal of Economic Literature, el Journal of Economic Issues, el Journal of Economics y Current Biology. Actualmente es miembro del grupo de trabajo científico de la iniciativa Planetary Wellbeing de la UPF.

Este artículo incluye ediciones de Anna Garcia Tortosa (Fundesplai).