¿Qué comían los primeros Homo?

¿Alguna vez te lo has preguntado ?

¿Cómo hemos cambiado? ¿Mucho o poco?

Aquí responderemos estas cuestiones.

LA DIETA COMO FACTOR SELECTIVO Y EVOLUTIVO

Las poblaciones humanas vivimos adaptadas al entorno y aquí la alimentación tiene mucho que decir, por ejemplo, quienes viven en el sudeste asiático no comen lo mismo que quienes viven en Siberia. Esto es para considerar, porque la alimentación de estas personas explica cómo es y como explotan su hábitat, así como sus posibilidades de supervivencia. La razón es que una población se alimenta de lo que tiene a su disposición, a pesar de que puede hacer distinciones relacionadas con la tolerancia a ciertos alimentos. Por estos motivos, se puede afirmar que hay una ecología en el ámbito de la alimentación y se transmite de generación en generación.

Recordamos que el objetivo de todo organismo o especie es completar su ciclo vital, es decir, sobrevivir y reproducirse (eficacia biológica o fitness). En consecuencia, todos los factores que inciden en este ciclo, entre ellos la alimentación, tienen una gran importancia para el organismo o especie. Se ha comprobado que una nutrición inadecuada puede producir trastornos fisiológicos que alteren la maduración y el aprovechamiento del periodo fértil de las mujeres, porque la malnutrición puede causar el retraso de la menarquia (primera menstruación), el adelanto de la menopausia, la prolongación de la amenorrea posparto y una mayor mortalidad intrauterina (abortos) e infantil.

Desde el descubrimiento de la agricultura y de la ganadería, la dieta ha sido un gran factor selectivo y ha producido grandes cambios en los humanos (pensemos en ejemplos como la digestión de la lactosa o el almidón). El impacto de la dieta ha sido enorme, hasta el extremo de que nosotros, en el presente, tenemos más diferencias con respecto a nuestros antepasados, de lo que ellos tenían respecto de sus antepasados; y esto, a pesar de compartir el género Homo. ¿Por qué? Atentos a lo que explicaremos a continuación.

LOS PRIMEROS HOMO: ¿QUIÉNES FUERON?

Antes que nada, ¿los humanos venimos de los monos? ¡No!

Todo empezó en África, en el Valle del Rift, hace entre 6 y 8 millones de años. A causa de la elevada actividad volcánica se formaron cordilleras que atrapaban las perturbaciones del Atlántico, por lo que en algunas regiones la lluvia se hizo menos abundante y parte de lo que había sido selva tropical se transformó en sabana. Las poblaciones de nuestra especie ancestral quedaron separadas por esas cordilleras. Unas vivían en la selva y otras en la sabana, de forma que con el tiempo las primeras originaron los actuales chimpancés (adaptados al bosque y a colgarse de los árboles) y las segundas a los primeros Homo (adaptados a la vida en la sabana). Esta separación habría ocurrido hace unos 2 millones de años.

Entender las relaciones filogenéticas de los humanos es complicado y quienes se encargan de estudiarlas son los paleoantropólogos. Por ahora, fijaos en la siguiente propuesta para poder contextualizar nuestras exposición.

Modificado a partir de una figura del Departamento de Biología Animal, Ecología, Parasitología, Edafología y Química Agrícola de la Unidad de Antropología de la Universidad de Salamanca (2019).

LOS PRIMEROS HOMO: ¿QUÉ COMÍAN Y POR QUÉ?

Como indican muchos estudios, el cambio de dieta ha tenido un papel muy importante en el origen y la evolución temprana de nuestro género, Homo, en África (Ungar, 2006), pero esta comprensión de la evolución humana ha mejorado rápidamente en las últimas décadas gracias a la catalogación a gran escala de la variabilidad genómica tanto de humanos modernos como arcaicos. Por otra parte, identificar y comprender los factores ambientales que impulsaron la adaptación humana cosntituye un gran reto, pero se sabe que hace entre 2 y 3 millones de años se produjo un profundo cambio macado en el clima africano, que dejó ciertas regiones con muchas menos precipitaciones, con la consecuente reducción de las selvas y expansión de las sabanas. Como consecuencia de ellos, nuestros antepasados preHomo se adentraron en hábitats más abiertos y secos.

Para sobrevivir en este paisaje emergente, se necesitaba la capacidad de moverse rápidamente y adaptarse. Entre las adaptaciones surgió la capacidad de actuar colectivamente y proteger a la descendencia y los miembros más vulnerables del grupo, tanto de día como de noche, de grandes depredadores. Así pues, el entorno alimentario también cambió, puesto que los primates ya no podían confiar en un suministro abundante de fruta, sino que consiguieron capturar y comer diferentes tipos de animales así como raíces y tubérculos (James, 2019).

El estudio de Unger y colaboradores, publicado en 2006 en el Annual Review of Anthropology revisa y evalúa algunos modelos recientes de adaptaciones dietéticas del los primeros Homo en a la luz del registro fósil (restos de esqueletos de los primeros Homo), el registro arqueológico (restos faunísticos y líticos) y los datos sobre la dinámica ambiental (cambios en el régimen térmico y pluviométrico, además de alteraciones en los ecosistemas y hábitats) durante el Plio-Pleistoceno y expone los siguientes puntos:

  • Ingesta de carne: el papel del consumo de carne en la evolución humana continúa dominando la literatura actual, a pesar de que existen diferentes perspectivas. Aun así, la idea básica que hay que tener clara es la siguiente:

Las flechas de contorno verde indican bucles de procesos de retroalimentación, de forma tal que cada vez hay mayor consumo de carne y grasa, el cual permite un mayor desarrollo cerebral y, con él, más conocimientos e interacciones con otros individuos (por ejemplo en la división del trabajo y distribución de alimentos), lo cual a su vez aumenta la eficacia de la caza.

  • Ingesta de vegetales: algunos autores sugieren que los primeros Homo incluían en su dieta plantas (tubérculos, raíces, cormos y bulbos) más xéricas -o sea, de ambientes más áridos-, que la recolección fue una fuerza motriz en la evolución humana y muy probablemente las herramientas se emplearon primero para recoger y procesar plantas. No se puede saber a ciencia cierta en qué proporciones comían carne y vegetales nuestros antepasados lejanos, pero sí que, en general, las plantas representan el 60-70% de la dieta humana.

La limitación principal del estudio es no saber con precisión qué comían los primeros Homo. Sin embargo, es posible esclarecer algunas cuestiones sobre la dieta de estas especies remotas gracias al estudio de fósiles de sus mandíbulas y dientes. Encontrarás más detalles al final del artículo.

LA COCINA DEL PASADO

Los datos de un estudio sobre la importancia energética de cocinar los alimentos (Carmody y Wrangham, 2009) , sugieren que los primeros Homo utilizaban métodos de procesamiento no térmicos como el pouinding, o sea, golpear fuerte y repetidamente el alimento. Esto les proporcionó un importante aumento de la ganancia de energía respecto de las dietas crudas no procesadas. Este aumento puede haber contribuido al apoyo de adaptaciones energéticamente costosas que surgieron por primera vez en Homo habilis, por ejemplo, el aumento del tamaño corporal y cerebral relativo.

Posteriormente a estos hechos, se produce un punto de inflexión en la evolución humana, causado precisamente por  los cambios en la dieta, y ello debido al dominio del fuego, que permitió la cocción de los alimentos.

La cocción aporta beneficios adicionales que no se consiguen fácilmente con el procesamiento no térmico, entre ellos la gelatinitzación del almidón, la desnaturalización de las proteínas y la muerte de patógenos transmitidos por los alimentos. La cocción es un hecho evolutivamente significativo, y dado que sus efectos energéticos y en la textura parecen congruentes con adaptaciones morfológicas de H. erectus que indican una alta calidad dietética, la hipótesis de que la cocción de los alimentos empezó con esta especie parece razonable.

LAS PRUEBAS DE LAS DIETAS PASADAS

Los restos fósiles han estado y están entre los elementos más estudiados y, junto con las pruebas genéticas y paleoclimáticas, proporcionan conocimiento sobre nuestra línea evolutiva. Los tres aspectos de la investigación son necesarios porque se complementan en la difícil tarea de averiguar nuestro pasado más remoto.

Debemos tener en cuenta que comprender el orden y la antigüedad de los diferentes hallazgos de fósiles es una tarea de lo más complicada. Los hallazgos se hacen muy de vez en cuando y, evidentemente, suelen ser trozos de partes del cuerpo que aparecen en lugares remotos. Podemos decir que es una especie de rompecabezas global que científicos de todas partes del mundo intentan resolver «jugando» con restos fósiles y datos genéticos y paleoclimáticos.

Ahora bien, si encontramos un fósil y tenemos la suerte que seauna mandíbula (porque nos indicará características de la dieta), ¿en que nos fijamos?

  • Tamaño de los dientes: dientes anteriores más gruesos en los primeros Homo, pero más pequeños en el antecesor y en los Homo más modernos. Esto es indicio de presiones selectivas cambiantes y de un uso creciente de herramientas para preparar alimentos antes de consumirlos.
  • Forma de los dientes: en principio, el desgaste de los molares sugiere dietas duras (o sea, alimento sin cocción).
  • Espesor del esmalte: se trata de una adaptación para evitar la rotura de los dientes, sobre todo con alimentos duros. El esmalte de las muelas de los primeros Homo era relativamente grueso y se ido haciendo progresivamente más delgado (con la cocción se dejan de comer alimentos tan duros).
  • Biomecánica de la mandíbula: la forma de la mandíbula refleja las fuerzas que actúan sobre ella durante la masticación, lo que proporciona potenciales pistas sobre las propiedades mecánicas de los alimentos ingeridos por los primeros humanos prehistóricos.
  • Microestriado dental: el desgaste microscópico de los molares se relaciona el tipo de dieta.
  • Química de tejidos mineralizados: análisis de isótopos y de oligoelementos.

Para finalizar, los patrones de variación genética aportan pistas sobre nuestra adaptación a las nuevas dietas que había que adquirir para sobrevivir a los diferentes cambios ambientales. Por ejemplo, en la variación del número de copias del gen de la amilasa (enzima de la saliva), la persistencia de la lactasa (enzima para romper la lactosa de la leche), la percepción del gusto amargo, la propensión a algunas hemoglobinopatías o la amplificación local de los genes FADS, que se encargan de la síntesis de ácidos grasos poliinsaturados de cadena (James, W. P. T., 2019).

Per acabar, els patrons de variació genètica aporten pistes del nostre passat envers l’adaptació a les noves dietes que calia adquirir per sobreviure als diferents canvis ambientals. Per exemple en la variació del nombre de copies del gen de l’amilasa (enzim de la saliva), la persistència de la lactasa (enzim per trencar la lactosa de la llet), la percepció del gust amarg, la propensió a algunes hemoglobinopaties o l’amplificació local dels gens FADS que s’encarreguen de la síntesi d’àcids grassos poliinsaturats de cadena (James, 2019).